A veces me acuerdo de ti. Sí, muchas noches las
gasto pensando en ti. Y me acuerdo de tus besos, de tus abrazos, de tus
susurros y tus sonrisas; de tu apoyo. A veces sonrío y me emociono y pienso que
soy tonta por dejarte escapar. Y otras, en cambio, me enfado mucho y lloro,
grito y tiemblo, y te odio, te odio casi tanto como te amé.
Pero siempre, y cuando digo siempre, termino
pensando en que me equivoqué, y en que te echo mucho de menos. Y hago miles de
planes, miles de situaciones estúpidas y utópicas, en las que digo cuatro
palabras y tú vuelves a sonreír como antes... Como si mi vida fuera una
película, ya ves tú, como si pudiera arreglar todo con palabras bonitas. Pero
ahí es cuando me acuerdo de que lo hice, o al menos lo intenté. Dije lo que
sentía, me abrí y tú me cerraste a patadas. Y ahí dejo de pensar en ti. Porque
me pongo muy triste y no quiero, porque me duele el corazón, me duele tanto
como si me estuviera explotando. Pero, ¿sabes?, es prácticamente imposible que
explote porque lo tienes tú. Sí, después de todo, mi corazón sigue siendo tuyo,
y lo seguirá siendo mientras piense en ti. Hasta el fin de los días...
Es exactamente lo que estoy viviendo. Más claro imposible. Me encanta.
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