Indestructibles

No sé si conoces esa sensación, aquella que te evoca toda la tristeza y el dolor contenido en el mundo. Aquella que sientes cuando miras a la persona a la que más has querido en tu vida y solo ves vacío. No importa el daño, los años, el dolor o el rencor. No importan las personas que pasen después porque tras esa sensación no hay nada. Después de perderte en la profundidad de sus ojos solo queda abrazar al vacío. Después de eso, dejas de ser tú. Después de darte cuenta de que no sois indestructibles solo queda la certeza de que a partir de ese momento seréis dos personas más de esta tierra, dos mediocres más buscando a otros gatos que os laman las heridas y os transporten a lo que un día fue pero nunca más será. Lo sabes, es imposible. No existen ni gatos, ni días, ni segundas oportunidades. No queda nada porque en el fondo de tu alma sabes que has malgastado las siete vidas, todas las ganas de saltar al vacío y aquellas pequeñas cosas que os hacían especiales. En el fondo de tu alma, de sus ojos y de aquella copa que bebes en la madrugada, sabes que nunca más seréis indestructibles.