No tengo razones para ser feliz. Prometo
que lo he intentado, pero me canso de perseguir a la suerte, de luchar con el
destino y ahogarme en vasos de vodka a las tantas de la madrugada. Al principio
todo está bien, bebemos, saltamos, cantamos y disfrutamos de la vida. Los
chupitos se suceden, las cervezas, las bromas. Algún chico nos dice cosas
bonitas y por un momento logro sentirme querida. Hasta que suena esa canción.
Esa maldita canción que me recuerda a ti, a todos los momentos que compartimos,
a nuestros sueños, a nuestras bromas, a nosotros. A nuestros besos y a nuestros
gritos. Me cansa salir de fiesta, me cansa salir de casa, me agota salir de la
cama cada mañana si sé que por la noche volveré a ella sola, sin ti. Estoy
harta de hacerme la fuerte y llorar a escondidas, de decirle a todos que estoy
bien cuando siento que me vacío por dentro. Y estoy harta de prometerme a mí
misma que las cosas cambiarán, que empezarán a ir bien y que terminaré olvidándote.
Y sobre todo, estoy harta de creérmelo, porque hay momentos en que lo creo,
hasta que suena esa puta canción y todo se viene abajo. No, no tengo razones
para ser feliz.
Me siento reflejada en tus palabras, maria.
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