Gente que piensa (en mí)

lunes, 9 de septiembre de 2013

Todo lo que sé de poesía me lo enseñaron sus manos.


Todo lo que sé de poesía me lo enseñaron sus manos.
Sus manos, blancas y grandes,
expertas y firmes,
amplias.

Todo lo que sé del amor me lo enseñaron sus noches.
Sus noches de olvido y dolor,
de alcohol, de éxtasis,
de amor en bares y lágrimas en camas vacías.
En camas frías. Heladas. Congeladas.
En camas vacías.

Pero, todo lo que sé de soledad,
me lo enseñé yo misma.
Me lo canté bajito,
muy bajito, susurrando,
explicándome que el olvido es como el miedo,
cuanto más piensas en él, más extenso se hace.

Y todo lo que sé de lagrimas, de rimmel corrido y de noches en vela,
me lo enseñó esta ciudad,
llena de sitios en los que fuimos felices.
Esta ciudad, pletórica, enorme.
Nuestra ciudad.
Me lo enseñaron las ilusiones que globos se inchan, se elevan,
tocan el cielo.
Y después, estallan. Caen de nuevo. Y solo dejan dolor.
Dolor o desamor (como prefieras llamarlo).

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