Gente que piensa (en mí)

domingo, 5 de abril de 2015

Ay, amor

Siempre se me ha dado mejor escribir cartas de despedida que cartas de amor, que ironía. Es más, la única carta de amor que escribí en mi vida no solo no me ayudó a recuperar a esa persona, sino que la alejó aún más de mí. Algunos dirán que es el destino, otros que es mi propia actitud, pero todos ellos se equivocan. No hay explicaciones, no hay motivos, no hay cafés ni camas ni playas. Ni si quiera quedan ya sonrisas y lágrimas. Hay un hueco y mucha ausencia, las palabras de todas las cartas de amor que nunca me atreví a escribir revoloteando por las paredes. Pero sobre todo, hay miedo, mucho miedo, un miedo aterrador. Y una deuda eterna que guardo con el universo, las estrellas y las puestas de sol, una deuda eterna con sus caricias y su sonrisa. Una deuda por haberme hecho tan feliz. 

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