Me acostumbre a verte en las caras de otras personas, a soñarte en mis noches más oscuras y a imaginarte en las palabras de otros sobre el amor. Me acostumbre a tenerte, a los círculos polares que cada madrugada dibujabas en mi piel. Me acostumbre a tu música y ahora te escucho en cada canción que un día compartimos, me acostumbré a quererte y me perdí en el camino, me olvidé de mí misma.
Las ojeras que antes me provocaban nuestras noches apasionadas han dado lugar a ojos hinchados faltos de sueño. Las risas que me provocabas cada lunes por la mañana se han transformado en vacío, en el inmenso ruido del silencio. Tus besos, tus abrazos y tus caricias han desaparecido y a cambio he ganado soledad, miedo y desesperación.
He de admitir que desde que no estás me he vuelto desesperanzada y desesperada. Tengo terror a esta vida porque, explícame amor, ¿cómo puedo llamar vida a algo en lo que tú no existes?
Las ojeras que antes me provocaban nuestras noches apasionadas han dado lugar a ojos hinchados faltos de sueño. Las risas que me provocabas cada lunes por la mañana se han transformado en vacío, en el inmenso ruido del silencio. Tus besos, tus abrazos y tus caricias han desaparecido y a cambio he ganado soledad, miedo y desesperación.
He de admitir que desde que no estás me he vuelto desesperanzada y desesperada. Tengo terror a esta vida porque, explícame amor, ¿cómo puedo llamar vida a algo en lo que tú no existes?
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