Gente que piensa (en mí)

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Duele y congela.

Y qué te voy a contar yo que no sepas.
Esta mañana me desperté, fría y sola. Pensé en que ya no estabas y que lo más probable fuera que nunca hubieras estado. Mi corazón tiritaba, gritaba que dónde estabas... Y yo solo podía pensar en que probablemente estuvieras en alguna calle, borracho y drogado, abrazando a cualquier otra para entrar en calor.
Lo más irónico de todo es que aquello debería enfurecerme, calentarme la sangre y hacer que te odiara. Pero no es así, mi corazón no funciona de esa manera. Me mata pensar que ya no nos vamos a abrazar, que no nos vamos a esconder debajo de las sábanas y que tampoco vamos a escapar del frío con café humeante y besos en la espalda. Me congela las venas, la mente y el corazón, me llena de escarcha el cuerpo y convierte mis lágrimas en nieve.
Te echo de menos. Te extraño porque extraño el calor, los días de verano interminables, en los que nos amábamos tanto tiempo como duraba el sol. A veces pienso en tu pelo marrón, en tus ojos verdes y en tu sonrisa tan tonta y me duele, me duele el invierno, me duele la lluvia, me duele el viento que sopla y me duele la luna, tan grande y redonda que me recuerda todas las noches que me prometías que me la regalarías.
Tus promesas... Supongo que se quedaron en el aire y que el fuerte viento se las llevó, que formaron parte de una gran ventisca y terminaron en una montaña, en la más alta y alejada. Donde no podamos verlos, donde no pueda darme cuenta de que me mentiste.  
Donde se encuentren lo más lejos posible de mi cama, de mi tiritona y de mi dolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario